Este artículo fue publicado en la edición impresa mensual N.º 858 de Alternativa Socialista.
En tiempos de profundas tensiones en el mundo y en Argentina, analizar críticamente autores que pensaron y piensan el mundo capitalista en crisis es indispensable. Mark Fisher se suicidó en 2017 a los 48 años. Inglés, bloguero, activista, crítico cultural y teórico. Enfocó su reflexión en las consecuencias del triunfalismo neoliberal y las marcas de época que dejó. Su preocupación por el sufrimiento mental amplificado en estos tiempos, como aporte. Sus polémicas políticas y los límites de su propuesta estratégica. Nuestro acercamiento a sus planteos.
Seguramente su obra más conocida, debatida y difundida es “Realismo capitalista” (2009), que a su vez interviene en un momento de profunda convulsión mundial con los efectos de la gran crisis de 2008 en pleno impacto. Fisher parte de explicar que el neoliberalismo como fase particular del capitalismo fue una ofensiva que no sólo modificó los patrones de acumulación y profundizó los mecanismos de explotación laboral y de expoliación de los pueblos del mundo, sino que logró además una suerte de triunfo de alcance cultural colectivo.
Esto significa que la orientación ensayada inicialmente por Thatcher en Inglaterra a finales de 1970 y principios de los ‘80, y que se hizo extensiva a EEUU y su zona de influencia, logró capilarizar el sentido común de masas y toda la superestructura político-institucional e ideológica de la época. Esto implica que inclusive los sujetos políticos que se presentaban como oposición al neoliberalismo terminaron adaptándose y rindiéndose a su hegemonía asimilando todas las coordenadas impuestas por el sistema. A esta naturalización histórica Fisher la va a llamar realismo capitalista y lo resume de esta manera: “El realismo capitalista puede ser visto como una creencia o como una actitud. Es una creencia que el capitalismo sea el único sistema político-económico viable, y una reafirmación de la vieja máxima thatcheriana: No hay alternativa. De esta forma, quienes se oponen al neoliberalismo, sin embargo pierden la capacidad de pensar más allá de él, y por lo tanto, se ven impedidos de afrontarlo (…). De este modo, el realismo capitalista es una creencia, pero también es una actitud relacionada con esa creencia; una actitud de resignación, derrotismo y depresión”. 1
El autor recorre ejemplos del campo político, pero también de la música, la literatura, el cine y la producción teórica, para fundar su afirmación de época permeada de neoliberalismo que afirma al capitalismo, después de la Caída del Muro de Berlín, como único horizonte posible. Así, ese cuadro sumado a la precarización laboral como norma, la explosión de consumo artificial como pauta cultural, la marketización de la política, la mercantilización de la educación y la multiplicación del sufrimiento mental bajo las formas de estrés, depresión y los desórdenes de atención no son derivas accidentales del sistema sino dispositivos orientados a bloquear toda capacidad colectiva de transformación.

Se arrastra como un zombie
Fisher retoma de forma actualizada otro aspecto del planteo central que formula en su obra más conocida. Intenta explicar por qué el neoliberalismo, que logró imponerse como cultura dominante, recibe un golpe fuertísimo en 2008 con la crisis mundial iniciada en el estallido de la burbuja inmobiliaria en EEUU. Pero, aunque como un zombie, sobrevive. Y aborda entonces los límites en la construcción de alternativa política superadora desde la izquierda, la que Fisher conoce o elige para tomar como referencia, que es el laborismo inglés, en el que concentra su reflexión.
Fisher va a explicar con la metáfora del zombie que a veces es más difícil matar a un espectro de esos que a una persona viva. Y ensaya algunas pistas para explicar por qué después de cinco años de la crisis de los subprime, todavía no emerge ninguna variante alternativa al neoliberalismo 2:
- Primero, logró capitalizar la debacle del estalinismo y amalgamar el fracaso de esa experiencia más bien negadora del socialismo original de Lenin y Trotsky, a todo proyecto social emancipador anticapitalista. El futuro nos pertenece y la izquierda es lo obsoleto y enterrado.
- Segundo, transformó en banderas propias los deseos de libertad y autonomía, de progreso individual y de meritocracia sin obstáculos burocráticos.
- Tercero, ante los golpes recibidos por la clase obrera, el debilitamiento de sus organizaciones y su cultura, la izquierda (laborismo) fue incapaz de reinventarse después de 2008.
Es indudable que las críticas del autor al laborismo inglés son acertadas y válidas. Sin embargo, presentan un panorama parcial al soslayar procesos de rebelión y búsqueda de alternativas que se dieron en otros puntos del mundo. Es decir: la idea de un neoliberalismo (concediendo que asumimos esa categoría), que recibe un golpazo en 2008 pero que aún así sigue medio vivo, medio muerto como zombie sin alternativas, subestima la magnitud de las respuestas sociales en la lucha de clases que sí hubo en distintos puntos del mundo:
- En Latinoamérica arrancó antes del 2008, a principios de los 2000, con un verdadero giro a izquierda de masas cuestionando objetivamente los pilares de la etapa neoliberal del capitalismo. La rebelión popular de Ecuador en 1999, la Guerra del Agua en Bolivia en 2000, el Argentinazo de 2001, la derrota del Golpe al proceso bolivariano en 2002 en Venezuela, o incluso en el plano electoral los triunfos de Lula en Brasil o el Frente Amplio en Uruguay, fueron síntomas de búsqueda de los pueblos a izquierda.
- En Europa con las huelgas generales en Grecia o los Indignados de la Puerta del Sol en España, se manifestó lo mismo: síntomas de búsqueda a izquierda.
- El movimiento de la Primavera Árabe en su primera fase, que desalojó dictaduras nefastas y pro-imperialistas del poder, también hace parte de la misma tendencia mundial.
Esta arista de la realidad no es mencionada por Fisher, que solamente se centra en el fracaso del liberalismo inglés. Esta ausencia en su planteo, tiene consecuencias políticas en las conclusiones:
- No presenta el carácter internacional y extendido, aunque desigual, de la reacción de masas pos-crisis del 2008.
- No explica que en realidad los pueblos mostraron reserva y capacidad de sobreponerse al neoliberalismo, pero lo que fracasó rotundamente fueron los proyectos políticos que asumieron su representación por resignarse programáticamente a las fronteras impuestas por el capital. Hablamos de Podemos, Syriza y los progresismos latinoamericanos.
Es decir: los que no estuvieron a la altura de enterrar al zombie fueron los neoreformismos, no los pueblos en las calles o incluso distorsionadamente en las urnas.
Matando caballos
Fisher desenmascara dos de las más agudas contradicciones de la ideología neoliberal. La primera conecta con la salud mental y consiste en que, mientras el neoliberalismo presume de asegurar la libertad de mercado que permitiría el desarrollo de los individuos, en realidad es una masiva fábrica de sujetos en estado de perpetua ansiedad. Proliferan formas de sufrimiento mental como nunca antes en la historia humana tales como la depresión, la euforia consumista incapaz de hacer cualquier cosa que no sea buscar placer y la bipolaridad, simultáneas a los ciclos de auge y depresión del propio sistema 3. La trampa neoliberal es que atribuye esas afecciones a desequilibrios químicos o familiares particulares, es decir, son privatizadas en vez de ser analizadas en sus causas sociales. Así la salud mental se despolitiza y se des-responsabiliza al poder.
La segunda contradicción que Fisher también desnuda es la cuestión de la burocracia y el control social. El neoliberalismo se presenta como la antítesis de las burocracias estalinistas, incluso de las formas residuales de ese mismo burocratismo heredados del Estado de Bienestar de finales de la Segunda Guerra. Sin embargo, se han multiplicado mil mecanismos descentralizados y autoinfligidos de vigilancia: informes educativos de autoevaluación, la aplicación de estándares de eficiencia de management a los servicios públicos o estándares de eficiencia empresarial a los empleados del Estado. Eso, que como práctica es culturalmente naturalizado, el autor va a llamar estalinismo de mercado.
Fisher pivota sus reflexiones entre la política, el punk rock y los libros. En 1935 se publicó una novela de las fundantes del género negro, que además fue llevada al cine en 1969: ¿Acaso no matan a los caballos? 4, de Horace McCoy. Lo interesante de la novela es que cuenta una historia un poco distópica de algunas semanas de vida de Robert (ejemplo de carácter optimista) y Gloria (una depresiva total) que participan en un concurso de resistencia al baile a cambio de comida y la promesa de dinero a futuro. Son sometidos a jornadas agotadoras con breves intervalos de descanso. Un público enfervorizado los mira con placer y algunas de las más renombradas estrellas del cine de Hollywood se acercan a ver cómo bailan y corren por las noches estos pobres diablos como si fueran caballos. Al final, Robert se volvió un furioso pesimista y Gloria directamente le pide que la mate. Robert lo hace. El autor dice que Gloria muere sacrificada como un caballo que se quebró la pata y que ambos corren como caballos. En la novela, el presentador del concurso dice que nadie se queje por el esfuerzo ya que el concurso se parece al mundo. El público festeja la ocurrencia y disfruta mirando el sufrimiento ajeno, como en las redes sociales, como en la alienación de un capitalismo que no para de fabricar sufrimiento, ansiedad, depresión y sinsentido.
La necesidad de repolitización del sufrimiento mental es de las contribuciones más valiosas de Fisher y retrotrae a las elaboraciones del marxismo en torno a los fenómenos de la alienación como resultado de la matriz material capitalista.
No es cosa de vampiros: identidades y conciencia de clase
Fisher además, se detuvo en combatir dos expresiones distorsionadas de rebelión contra el sistema: el neoanarquismo y la teoría de las identidades 5.
El anclaje del autor es que la experiencia de sectores sociales enteros defraudados por las cúpulas partidarias y sindicales de la izquierda resignada frente al neoliberalismo eligieron dos caminos para expresarse que no conducen a la recomposición de una verdadera alternativa antisistémica.
Por un lado, el militantismo tuitero de izquierda que activa en redes sociales, protesta y se manifiesta, pero pasivamente. Y sobre todo la
tendencia neoanarca a la justicia individual. Ahora, además, tuitera, digital. Fisher dice que al final de cuentas, esa lógica reproduce las condiciones del realismo capitalista ya que no tiene efectos colectivos y movilizantes efectivos. Se trata de apuntar a la acción colectiva contra las bases estructurales del capital.
En este sentido, el autor dice que la burguesía se apropia de luchas progresivas contra el racismo, el heterocisexismo y la xenofobia, pero como un castillo de vampiros las transforma en causas parciales, de identidad diferenciada cayendo en el esencialismo de las mismas. Es decir: que son causas cuya conciencia, activismo y emancipación corresponde de manera exclusiva a sus afectados y por esa vía las disocia de las contradicciones de clase bajo el capitalismo y las opresiones que también se multiplican con fines económicos. Y a la vez, instala la idea de que quienes no sufren esas opresiones tienen privilegios desiguales y por eso tampoco tienen derecho a participar de esas luchas y tomar sus banderas: un perfecto dispositivo ideológico para fragmentar las luchas contra el sistema. El retroceso de la clase obrera, la situación defensiva de sus organizaciones y la traición de sus dirigentes es el contexto correcto que ubica Fisher para explicar el avance del vampiro neoliberal.
El autor, a la par, es categórico: la lucha por recomponer la conciencia de clase es fundamental para la transformación anticapitalista: “Lo que debe ser destruido es la estructura de clase, una estructura que daña a todos, incluso a quienes se benefician materialmente de ella. Los intereses de la clase trabajadora son los intereses de todos; los intereses de la burguesía son los intereses del capital, que no son los intereses de nadie. Nuestra lucha debe ser por la construcción de un mundo nuevo y sorprendente, no la preservación de identidades formadas y distorsionadas por el capital” 6
Fisher explica que el movimiento de la burguesía combina en pinza dos coordenadas: alimenta el individualismo, la competencia por abajo y la fragmentación social, pero actúa cada vez con más conciencia de clase dominante. Todo eso que muchas veces la prensa denomina conspiraciones en realidad son movimientos tácticos de solidaridad burguesa preventiva. Dividir por abajo, fragmentar a las masas, abroquelarse por arriba, como clase que manda. Esa es su consigna directriz.
Los límites de una estrategia: la utopía de izquierdizar reformistas
Fisher hace aportes interesantes para pensar aspectos de la ofensiva capitalista desatada desde finales de la década del 70 del siglo XX y que se envalentonó con la crisis del estalinismo de 1989. Es interesante el análisis que incorpora las maniobras y dispositivos ideológicos del capitalismo para construir sentido común de masas y naturalizar sus intereses de minoría haciendo que se asuman de forma colectiva.
También aporta en el campo del debate político de la salud mental, la ubica en el contexto de las derivas del sistema y como problemáticas del sujeto individual, y esa es una perspectiva cargada de potencial para pensar y activar. Y también hay que reconocer que señala las responsabilidades del capitalismo de conjunto, de la crisis del estalinismo y de la incapacidad de la izquierda laborista para plantarse y ser alternativa. Sin embargo, habría que señalar algunas limitaciones de las consecuencias en política de los planteos de Fisher:
- Para empezar, cuando habla de izquierda sólo toma como punto de referencia al laborismo, que hace mucho dejó de tener algo que ver con la izquierda. No explora otras experiencias en el mundo, ni tampoco explica la dialéctica entre enormes movimientos desde abajo desde los pueblos y la limitación al terreno de la propiedad privada de las fuerzas reformistas como el laborismo.
- Por otra parte, el entusiasmo de Fisher con la experiencia de Corbyn7 como ala izquierda del laborismo, termina abonando la tesis equivocada y de lamentables consecuencias, que consiste en plantear que en Inglaterra la construcción revolucionaria es por dentro del laborismo o nada, y en EEUU como ala izquierda de los demócratas o nada. Aunque la flexibilidad táctica es una herramienta indispensable en la construcción de alternativa anticapitalista y socialista, evidentemente fuerzas políticas como esas o el peronismo en Argentina (por dar otro ejemplo) no son proyectos que se puedan reorientar o transformar: la clave es reagrupar a lo mejor del activismo antisistémico por fuera de esas estructuras con base en programa revolucionario pero con la capacidad organizativa de ser muy abiertos para organizar a miles y miles de desencantados.
Fisher, al final, se suicidó en 2017 todavía con menos de 50 años. Su vida y su obra, atravesada de tensiones y contradicciones, reflejan una búsqueda valiosa y respetable, aunque polemicemos con algunas de sus afirmaciones.
Hacia un socialismo realmente necesario
Nos toca vivir un período histórico muy desafiante. La etapa mundial, con el gobierno de Trump provocando cimbronazos y en Argentina Milei como experimento ultra-reaccionario, nos plantea exigencias enormes.
Por un lado, no se puede minimizar el riesgo de una consolidación de esta corriente mundial con vocación fascistoide, que aunque todavía no lo logró, lo intenta porque no le van quedando salidas para estabilizar el mundo a su favor.
Pero es un hecho que hay un polo social rivalizando, que se alimenta de pueblos que luchan en el mundo, de demostraciones en las calles como en nuestro país, que aunque se expresan de forma desigual e intermitente por el rol traidor de las conducciones mayoritarias en lo sindical y político, son la prueba de que todavía no está dicha la última palabra.
A la vez, como ese laborismo resignado que cuestionaba Fisher o la experiencia fallida de un Corbyn que se rinde a la lógica del no se puede, las variantes recicladas del viejo reformismo no van a servir tampoco en esta etapa de alta polarización y crisis civilizatoria del capitalismo.
Hoy tenemos como hoja de ruta unir fuerzas en las calles para derrotar con la movilización a toda la ultraderecha mundial, y a nosotros en particular, nos toca Milei. La prioridad número uno es echar a estos personajes de nuestros gobiernos. Pero en paralelo, hay que construir alternativa política con vocación de mayoría y de disputa del poder político desde la izquierda revolucionaria.
En la etapa de degradación crítica actual del capitalismo, cualquier derecho social, económico o democrático elemental, requiere una sostenida movilización y un programa de transición que conecte esas reivindicaciones básicas a una revolución en la economía, las relaciones sociales y el sistema político. Luchar por reformas permanentes hoy requiere estrategia socialista y de revolución social.
El sistema no tiene margen para hacer concesiones debido a la caída de la tasa de ganancia que lo obliga a una permanente ofensiva ultra-reaccionaria para bajar costos de producción y valorizar capital.
Si la aspiración pasa por tener trabajo estable, todos y con derechos, hay que repartir las horas de trabajo, reducir la jornada laboral e imponer un salario mínimo equivalente al costo de la canasta básica familiar. Eso implica cuestionar la plusvalía capitalista y la propiedad privada de los patrones.
La lucha básica por pleno empleo obliga a superar los límites del capital. Si se trata de asegurar acceso a comida suficiente y saludable para la mayoría, las medidas obligatorias son el establecimiento de precios máximos y sanciones que lleguen a la expropiación en caso de incumplimiento empresarial. Pero además, no sólo se trata de cambios en la esfera de la distribución y el comercio: se requiere una profunda reforma agraria que reemplace el agronegocio que produce commodities para exportar por un uso social de la tierra para producir comida para nuestro pueblo. Control de precios, expropiación y reforma agraria. Para asegurar la comida hay que cuestionar la propiedad privada.
¿Y cómo reactivar masivamente la economía? La respuesta es que se necesitan recursos. Para eso, con una perspectiva de justicia social y antiimperialista, las dos medidas claves son dejar de pagar la deuda externa y establecer un impuesto a las grandes fortunas. Además, para evitar especulación, sabotaje y fuga de divisas hay que nacionalizar la banca y el comercio exterior. Todo eso para construir un mega-fondo de recursos para un plan de obras públicas a gran escala y un aumento general de salarios, jubilaciones, programas sociales y presupuesto en salud, educación y cultura popular. Otra vez se trata de confrontar al gran capital local e internacional.
Para encarar estas coordenadas es imprescindible una fuerza social movilizada enorme y consciente de trabajadores, jóvenes y pueblo pobre, y a la vez un sujeto político activo que sea una gran y poderosa fuerza de izquierda anticapitalista y socialista que encabece el camino a un gobierno de los de abajo para iniciar la transición a otro modelo: un socialismo realmente necesario con democracia que supere todas las experiencias burocráticas del pasado y perspectiva internacionalista, sin fronteras. Sin resignación. Sin rendirnos. Con los ojos bien abiertos.
- Fisher, M. (2016), Realismo capitalista ¿no hay alternativa?, Caja Negra Colección Futuros Próximos.
- Fisher, M. (2020), Cómo matar a un zombie: estrategias para
terminar con el neoliberalismo, Caja Negra – Editores. - https://eternacadencia.com.ar/nota/bueno-paranada-/
3716 - McCoy, H. (2007), ¿Acaso no matan los caballos?, Debolsillo
(Punto de Lectura), Madrid. - https://www.sinpermiso.info/textos/salir-del-castillo-delvampiro
- Ibídem
- Jeremy Corbyn encabezó un ala del laborismo inglés en 2015 que canalizó una tendencia a la izquierda en franjas de jóvenes y trabajadores en ese país. Su posición en defensa de la UE en el proceso del Brexit inició su retroceso. Sus planteos nunca superaron los marcos de tibias medidas reformistas y nunca llamó consecuentemente a la movilización contra la derecha del partido, ni a construir una tercer fuerza independiente en el país.