martes, 19 noviembre 2024 - 00:45

Simone de Beauvoir. Un valioso legado, a 35 años de su partida

La joven Simone lee todo lo que llega a sus manos, y lo que no, lo consigue: muchas novelas, pero también filosofía, historia.

Las ideas se disparan, se regodean y se enriquecen al calor de un entorno que la estimula. Son los difíciles años de entreguerra y las promesas del capitalismo se desmoronan en una Europa devastada. Todo lo sólido se desvanece en el aire, diría Marx.

A Simone le nace la necesidad de registrar el maremágnum de argumentos, sensaciones y sentimientos. Contradicciones entre los mandatos, la moral, lo políticamente correcto, la realidad y sus deseos. Entonces escribe.

Lo hace en unos cuadernos escolares, a plumín y tinta de botellita. Los enumera: serán siete en total, aunque uno se haya extraviado. En las páginas de la derecha enuncia y en las de la izquierda hace anotaciones, detalla referencias, engloba preguntas. Recuadra algunos párrafos que serán el germen de Memorias de una joven formal.

Tiene 18 años y a modo de diario personal despliega toda una serie de reflexiones que la atraviesan: los vínculos, la realidad, la verdad, el ser. Lo seguirá haciendo durante cuatro años más.

Esos primeros manuscritos, reunidos por su hija adoptiva Sylvie Le Bon de Beauvoir y editados bajo el nombre de Cuadernos de juventud, son el puntapié para el resto de su obra literaria.

Esa obra va desde la novelística con documentación histórica como en Los mandarines, por la que recibió el Premio Goncourt, o en La fuerza de las cosas y La fuerza de la edad, hasta la ensayística de su obra medular, El segundo sexo, pasando por las ficciones con ángulos autobiográficos como en La mujer rota, La invitada, La sangre de los otros, y trabajos con un fuerte componente filosófico, como Una dulce muerte y Todos los hombres son mortales.

Dotada de una incisiva búsqueda de respuestas a sus interrogantes, se acercará a las posiciones de la filosofía existencialista, fomentada en aquella época por un círculo de intelectuales, entre los que se destacaría su futuro compañero, Jean Paul Sartre.

Esta corriente de pensamiento, contrapuesta a las ideas de que el ser humano está determinado por su pensamiento antes que por su existencia y que un dios supremo tiene un plan trazado para cada quien, generó controversias, incluso bajo sus dos vertientes: la religiosa y la atea, a la que pertenecían estos jóvenes estudiantes de la prestigiosa Sorbona de París.

Para el caso, la escritora y filósofa que había nacido en el seno de una familia acomodada ve cómo su realidad cambia drásticamente en el momento en que su abuelo entra en bancarrota al final de la Primera Guerra Mundial. Su economía cambia y debe salir a trabajar. La existencia material concreta condiciona la conciencia, diríamos los marxistas.

La muchacha saca conclusiones acerca de la familia y el lugar de la mujer en ella. Sigue de cerca las discusiones y peleas de sus padres. Experimenta las dificultades que implica para una mujer el acceso a los estudios superiores, pero sabe que es lo que más anhela. Su padre le dirá “tu cerebro es de hombre”, lamentando que la niña no hubiese nacido varón para ingresar a la Escuela Politécnica de París. ¿Tal vez esa frase instó a Simone a pelear su lugar en la arena intelectual de la época?

En 1925 termina su bachillerato y en 1929 se licencia en Letras con especialización en filosofía. Era la novena mujer que se recibía en la Sorbona…

Desde esta época hasta 1943 ejerce como profesora en varios institutos de nivel secundario, hasta que la denuncia de la madre de una alumna la separa del cargo. Parte de su vida sexo-afectiva no será comprendida. Rompiendo con todo atavismo moral, Simone se lanzó a las relaciones abiertas transgrediendo los preceptos del catolicismo conservador del círculo familiar.

Toda esta experiencia en relación al lugar de la mujer abrirá un interrogante que finalmente se expresará en su libro más reconocido, El segundo sexo, que indaga en las definiciones que las disciplinas científicas y sociales hacen de la figura femenina a través de arquetipos estandarizados: la madre, la hija, la esposa, la hetaira, la prostituta, la enamorada, la mística. La conclusión a la que llega es que no nacemos mujer sino que se nos formatea para serlo, de un modo prefabricado, por esta sociedad patriarcal y capitalista.

Junto a Sartre editan en 1945 la revista Tiempos modernos, un órgano de debate permanente en donde las figuras del pensamiento, la literatura, la política, la filosofía se dieron cita a lo largo de más de setenta años. Desde esta tribuna de papel, sus editores se posicionaron políticamente. Según algunos historiadoresla revistaera procomunista, pero dicha adhesión cambió durante la ocupación rusa de Hungría y entonces se distanció del Partido Comunista francés virando hacia un sesgo más radicalizado, anticolonialista y tercermundista.

Durante las últimas décadas del siglo XX, Simone llevó a sus textos distintastemáticas: la crítica a la clase burguesa y su intento de ocultar la verdad, como en Las bellas imágenes, sobre una publicista exitosa que pesea su estatus se cuestionasobre la desigualdad del mundo o la guerra. O su homenaje a Sartre en La ceremonia del adiós, donde retrata los últimos tiempos junto a su compañero. Hacia sus últimos años, Simone reflexiona en torno al lugar de los adultos mayores en la sociedad capitalista y publicaLa vejez.

El año pasado, gracias a las transcripciones de la hija adoptiva de Beauvoir, salió a la luz un trabajo que había quedado oculto por intimista. Las inseparables es una ficción fechada en 1954 que expresa las andanzas de una jovencísima Simone junto a su amiga íntima Zazá-Élisabeth Lacoin, quien muere de un extraño mal a los 22 años. Allí se registran los desafíos que ambas se imponen para combatir los mandatos de la sociedad burguesa de principios de siglo y es un homenaje al que se suele considerar el primer amor de la escritora.

Simone de Beauvoir falleció el 14 de abril de 1986 en su París natal.

Su figura y obra siguen siendo pilares para el desarrollo del pensamiento crítico contemporáneo.

Diana Thom

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