viernes, 9 mayo 2025 - 01:04

A 48 de años de su desaparición. Gustavo Zampicchiatti presente

El 7 de mayo de 1977, al mediodía, Gustavo Alfredo Zampicchiatti Manfre, de 20 años, salía de la Facultad de Psicología en Balvanera cuando un grupo de la Policía Federal lo secuestró junto a otros dos estudiantes, Marcelo Eggers y María Susana Ursi, ambos de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), agrupación que era parte de la estructura de Montoneros. Los tres fueron trasladados al centro clandestino de detención y tortura “Club Atlético”, que manejaba la Federal y dependía del Primer Cuerpo de Ejército.

Zampi, como era conocido, fue identificado erróneamente como miembro de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en registros oficiales, pero era en realidad un militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), corriente trotskista perseguida por la Triple A y la dictadura. Su “delito”: luchar por un mundo sin opresión de clase ni sexual.

De Quilmes al trotskismo

Zampi nació el 26 de marzo de 1957 en Quilmes. Vivía en la calle Moreno 981 junto a su familia. Cursó la primaria y la secundaria en el turno mañana en el Comercial Nº 1, y como muchos jóvenes de su generación, disfrutaba de los bares, los bailes, la música y el fútbol.

También como fue característico de los años ’70, tenía inquietudes sobre todo lo que ocurría a su alrededor y ganas de cambiar el país y el mundo. Comenzó a militar en la Juventud Socialista del PST a los 16 años, en febrero de 1973. Armó el centro de estudiantes en su escuela, organizó campañas contra el golpe en Chile y participó de la campaña electoral del partido ese mismo año. Repartía el periódico Avanzada Socialista, hacía piquetes frente a fábricas como Penta y Cattorini y concurría a las reuniones en el local de Garibaldi, donde leían textos marxistas, feministas, revolucionarios.

Con el crecimiento de la represión y la ofensiva de la Triple A, que asesinó a varios militantes del PST desde 1974, el partido fue empujado a la clandestinidad antes del golpe del 76. A pesar del peligro, Zampi siguió militando.

Trotsko y puto: una doble militancia

En Buenos Aires, Zampi estudiaba y trabajaba en la Facultad de Psicología. Compartía textos, debatía ideas, fotocopiaba materiales y los distribuía entre sus compañeros, y su interés por las cuestiones de la sexualidad lo llevó a integrarse al Frente de Liberación Homosexual (FLH), una organización pionera en la lucha por los derechos de las diversidades sexuales.

Su compañero de militancia, Guillermo García, recuerda que Zampi le daba volantes del FLH. El PST fue uno de los primeros partidos en incorporar en su programa la defensa de los derechos de las mujeres y las disidencias, lo que generaba burlas incluso entre otros sectores de la izquierda.

Participaba de grupos de estudio influenciados por autores como Reich, Deleuze y Guattari. Leía El Anti-Edipo, La función del orgasmo, y ayudaba a difundir la revista Somos, junto a los manifiestos y panfletos del FLH.

En una entrevista en 1989, Néstor Perlongher fue consultado sobre a quién querría resucitar. Su respuesta fue clara: A un amiguito trotsko-puto, el Zampi, que quedó en las listas de lxs desaparecidx.

La memoria no se borra

El 3 de mayo de 2008 se colocó una baldosa conmemorativa en la esquina de Independencia y Urquiza, frente al bar Buenos Aires, cerca de la sede de Psicología. Allí están grabados los nombres de Zampicchiatti, Ursi y Eggers. En el acto participó María “Mary” Manfre, madre de Zampi y una de las tantas madres que, tras perder a sus hijos, se convirtieron en luchadoras incansables en las rondas de la Plaza.

Recordar a Zampi es recordar a les más de cien compañeros del PST desaparecidos. A los cuatrocientos de la diversidad sexual. A los treinta mil que la derecha niega. Su historia es una bandera, una vida entregada a la revolución y a la libertad.

La lucha de Zampi continúa, ahora por nuestras manos

Hoy, el legado de Zampi se materializa en las calles donde las consignas por memoria, verdad y justicia se entrelazan con las demandas del presente. No basta con homenajes conmemorativos: hace falta incendiar la conciencia colectiva contra el negacionismo y el autoritarismo actual, abrir los archivos secretos, democratizar la universidad y extender la organización de base a los barrios, las fábricas y los espacios culturales.

Es necesario multiplicar la solidaridad de clase, enfrentar al capital y al patriarcado sin concesiones y desmantelar las redes de impunidad.

En este nuevo aniversario, y frente al negacionismo impulsado desde sectores del gobierno, reivindicamos su historia y su lucha. Porque la memoria de Gustavo, como la de los 30.400, no se borra.

Zampicchiatti presente, ahora y siempre.

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