martes, 7 mayo 2024 - 05:49

3 de diciembre de 1990. Seineldín y el cuarto levantamiento carapintada

Fue la última sublevación después de la caída de la dictadura. En la madrugada del 3 de diciembre fueron ocupadas las instalaciones del Regimiento de Patricios, la fábrica TAMSE de tanques, el Batallón 601 y otras unidades militares. Su demanda central era la remoción del jefe del Ejército.

Menem, por esos días presidente de la Argentina, ordenó reprimir directamente el levantamiento, sin negociación previa de las demandas. La rebelión concluyó, tras 20 horas de enfrentamientos, con la rendición de los sublevados. El jefe del Ejército, general Martín Bonnet, fue el encargado de aplastarla. El saldo fueron 13 víctimas fatales (entre ellas cinco civiles cuando un tanque aplastó un colectivo en la Panamericana) y decenas de heridos.

Mohamed Alí Seineldín, líder del levantamiento, nunca pudo abandonar su detención en San Martín de los Andes. Falló el grupo de militares que debía liberarlo. La operación había sido infiltrada por inteligencia del Ejército y el gobierno, advertido previamente, se limitó a esperar su estallido para derrotarla.

Este levantamiento fue el cuarto desde la caída de la dictadura militar. Los dos primeros fueron encabezados por Aldo Rico, en Semana Santa de 1987 (entre el 16 y el 20 de abril) y luego el de Montecaseros (15 de enero de 1988). El tercero, con epicentro en Villa Martelli, había sido encabezado por Seineldín, entre los días 1 y 5 de diciembre de 1988.

Los levantamientos lograron arrebatarle al gobierno de Alfonsín la ley de Obediencia Debida que, junto a la de Punto Final, consagraban la impunidad de los militares de menor rango involucrados en las causas por el genocidio. Menem completó luego el andamiaje de la impunidad con sus indultos a los principales comandantes militares condenados por el Juicio a las Juntas y entre otros, a 174 carapintadas (1) alzados en armas durante el gobierno de Alfonsín.

El coronel Mohamed Alí Seineldín, militar de la derecha católica “nacionalista”, tenía cuando realizó los alzamientos una larga trayectoria como jefe de comandos. Participó en la represión en la provincia de Tucumán durante el gobierno peronista (Operativo Independencia, 1975) y dirigió distintos comandos durante la dictadura. Fue sospechado de haber participado en el secuestro y desaparición del científico Marcelo Giorgi, pero nunca fue procesado por esa. Integró las fuerzas que participaron de la toma de Malvinas en 1982. Fue elogiado por los yanquis por haber sido uno de los “mejores alumnos” de la nefasta Escuela de las Américas en Panamá, famosa por sus prácticas de tortura y actividades de “contrainsurgencia”. Durante los primeros años del gobierno de Alfonsín fue agregado militar de la Embajada argentina en Panamá. Fue condenado a cadena perpetua por su rol en este levantamiento e indultado por Duhalde en el 2003. Falleció en el año 2009.

Un levantamiento distinto a los anteriores

El coronel Seineldín venía teniendo importantes negociaciones con el gobierno de Menem, que  ya había decretado una serie de indultos cuando se produjo el alzamiento y los completaría posteriormente, pese a las críticas y a las enormes movilizaciones de repudio.

Coronel Seineldín

Pero decidió salir a enfrentarlo, dadas las diferencias que surgieron en torno a la orientación de las fuerzas armadas y el comando del ejército. Esta vez, a diferencia de los anteriores, el centro del enfrentamiento no tenía que ver con el reclamo de impunidad frente a los juicios por el genocidio, sino a una disputa de poder dentro del ejército, entre dos proyectos igualmente reaccionarios.

A diferencia de Semana Santa, como señalaba Solidaridad Socialista del 05/12/1990: “…el eje de este enfrentamiento es otro. Se da en un marco en que la profundización de la crisis económica y social también se ha instalado en el seno de las Fuerzas Armadas, en las cuales por los bajos salarios hubo ya huelgas de suboficiales y marchas de familiares de algunas unidades”. La política de alineación incondicional de Menem con Bush y Thatcher, expresada en la participación argentina en la Guerra del Golfo, los avances en la entrega de soberanía de las Malvinas a los ingleses, buscaban reestructurar las viejas fuerzas armadas para convertirlas en un mero apéndice de la sumisión al imperialismo. Unas “fuerzas armadas hechas para reprimir al pueblo pero que tenían una estructura en la que entraba la hipótesis de un enfrentamiento externo”.

Hay corrientes que, como el PCR, vieron en Seineldín un líder nacionalista, apoyados en su discurso que reivindicaba una actitud neutral frente a la Guerra del Golfo e incluso levantaba consignas contra la corrupción. Como señalábamos en aquellos años: “es común a los movimientos nacionalistas levantar algunas reivindicaciones de este tipo para empalmar con la base social del Ejército y la población. No podemos engañarnos por esto; se trata de un proyecto cuyo objetivo es cohesionar a las Fuerzas Armadas para utilizarlas como instrumento de la represión de los trabajadores y la izquierda.”

Este levantamiento de Seineldín tuvo un impacto marginal en la oficialidad; el 85 % de los sublevados fueron suboficiales. La cúpula de las Fuerzas Armadas había adoptado la política de Menem de subordinarse y hacer negocios con el imperio.

  • (1) Carapintadas: nombre que se les dio a los militares sublevados que se presentaban con las caras enmascaradas con betún tal como se utiliza en el combate.

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