domingo, 22 diciembre 2024 - 02:32

25 años sin ella. Recordando a Niní Marshall

En una escenografía que imita la casa típica de inmigrantes, expresada en la continuidad de cuadros con  retratos ovales de antepasados,  una mujer con ruleros, vestido colorinche entra y en un monólogo lleva adelante una escena donde refiere, se desarrolla el velorio del zapatero del barrio. Saluda a la viuda representada solo en una silla mecedora y al sonar el teléfono lo atiende.

  • Con la casa del difunto Don Pascual…¡del difunto Don Pascual! ¡Qué en gloria esté! ¿Quién habla? ¿Doña Juana, la panadera?. ¡Si!,  ¿No sabía?. Si, ayer noche…sí, se nos fue redepente…lo enterramo esta tarde. Si…no pusieron el aviso en la sesión fúnebre de los diario porque le dijieron que cobraban 30 mil pesos por centímetro…y como el finado medía metro ochenta…calcule…[]

Catita es uno de los tantos personajes encarnados por la guionista, actriz y cantante María Esther Traveso,  conocida por su seudónimo Niní Marshall. Nacida el 1 de junio de 1903 en el barrio de Caballito.  Venidos de Asturias, los Traverso –Pérez tuvieron otros tres hijos. La actriz no llegó a conocer a su padre que falleció cuando ella tenía dos meses.  En sus memorias destaca que la suya había sido una infancia feliz. Ya mientras cursaba la escuela primaria se destacaba por su histrionismo y tendencia a las artes escénicas, la pintura, el piano. Estudió idiomas como el francés, el alemán, el inglés. Llegado el momento del ingreso a la escuela secundaria, lo transitó en el Liceo de Señoritas n°1 , fuente de construcción de muchos de los personajes que luego llevaría a los medios. Concluida la escuela media se inscribió en Filosofía y Letras sin terminar la carrera porque se casó con un ingeniero mayor que ella, Felipe Edelman, con el que se trasladó a La Pampa. Una mujer con aspiraciones artísticas estaba haciendo un gran esfuerzo por llevar adelante una casa mientras su marido se jugaba el sueldo en las apuestas. Las cosas se estaban poniendo incómodas cuando supo que iba a tener un hijo. Así llegó Angela, su única hija en 1926, año en que su madre fallece y las deudas del marido le embargan la casa. Las cosas se habían trastocado demasiado. Se divorcia, vive un tiempo con su hermana pero decide iniciar una vida independiente junto a su hijita. Es que Marina, Ninita como la llamaban de pequeña, tenía preparación y estaba decidida a abrirse paso. En el año 1933 gracias a un entorno al que frecuentaba consigue una columna en la revista Novela Semanal auspiciada por la General Electric que abordaba temas femeninos. Luego fueron los chismes en la publicación Sintonía. Será en uno de los medios de auge donde Nini encontrará su lugar: la radio. Había ganado un concurso como cantante internacional bajo el seudónimo de Ivone D´arcy y anduvo con esa actuación por varias emisoras. En una de las presentaciones una conductora de radio municipal la observó haciéndole bromas a los músicos con acento gallego y le propuso participar con este personaje en su programa. Así nació Cándida. La actriz dio una intensa batalla para ser la autora de los guiones, y en ese desarrollo que iba en auge surgió el pequeño espacio de Radio El Mundo junto al célebre Juan Carlos Thorry.  

Eran tiempos de crisis. El crack de los 30´ había puesto al mundo patas para arriba y en países como el nuestro ese coletazo trajo aparejado una regulación financiera con la creación del Banco Central, la centralización de la recaudación impositiva y la apertura al ingreso  y establecimiento de empresas extranjeras; particularmente en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. Una reactivación para las clases poseedoras que necesitaban mano de obra barata. Esta circunstancia produjo una de las olas intra migratorias desde las provincias alejadas hacia el centro de la capital y alrededores. Sin embargo, las condiciones materiales de estos sectores eran precarias y se sumaron a las franjas de inmigrantes de los países europeos. Toda una cultura mixta se desarrolló en esos sectores barriales cercanos al centro de la ciudad. En especial se podía observar en las formas en que el lenguaje se llenó de giros idiomáticos, tonos, acentos y superposición de términos. El cocoliche que ya circulaba entre los italianos y se utilizó en versiones teatrales, se cruzó con el lunfardo y las adaptaciones del habla de los habitantes de las provincias. Las clases acomodadas que eran las que conducían las instituciones educativas iban contra estas expresiones pero no lograron desterrarlas. El uso cotidiano las reforzaba. El personaje que Niní Marshall representaba junto al locutor había ganado el corazón de esas mayorías de trabajadoras y trabajadores que  se identificaban con esa mucama adorable de pensamientos rápidos e irónicos ocultos tras la inocencia del nombre. La actriz encontró allí su fuente de inspiración y en una de las salidas de la radio, entre las mujeres que esperaban al galán Thorry para que les firmase autógrafos, construyó a Catita.

La censura llegó para Niní con el argumento de que esa manera de hablar deformaba el idioma  y que el pueblo no tenía capacidad de discernir, y a pesar de su arduo trabajo ya reconocido y admirado tuvo que irse del país. Creado el Consejo Superior de las Transmisiones Radiotelefónicas, en 1943 se resolvió presentar una lista de palabras y locuciones mal empleadas que debían prohibirse en el aire radiofónico. Un día, ya enterada de que se venía la censura, se atrevió a despedirse de sus oyentes con un “hasta el viernes… si nos dejan“. Como luchadora que era en lo suyo y al ver que los contratos no llegaban desde ninguna de las emisoras donde se había desempeñado sin problemas, concertó una cita con el entonces ya presidente Perón. Tardaron en atenderla, la hicieron ir varias veces y en sus memorias relata el momento en que un emisario del secretario privado del mandatario le dijo “Señora, dice el señor Duarte que se acuerde cuando en una fiesta de pitucos, vestida de prostituta, imitó a su hermana Eva”.

Esa sentencia la hizo exiliarse a México donde era reconocida y querida.

Sus personajes fueron protagónicos en el cine y durante los 60 también en la pantalla chica. Películas como Mujeres que trabajan, Hay que educar a Niní y tantas otras.

El café-concert de los 70 y el teatro fueron su lugar donde desplegar la decena de arquetipos a los que le había puesto vida y voz.

Quienes trabajaron junto a ella la recuerdan dedicada, impecable. Escribía sus guiones, buscaba el vestuario, el maquillaje, participaba de la escenografía.

Su hija menciona en una entrevista que era una mujer excepcional, la había criado como madre soltera y puertas adentro seguía construyendo diferentes personajes, incluso uno en especial para ella: la niña Jovita.

Se retiró a los 80 años aunque la gente no paraba de aplaudirla y admirarla donde se la cruzase.

Se nos fue redepente un 18 de marzo de 1996.

Vaya nuestro homenaje a una gran artista del humor y la cultura popular que sigue haciéndonos reír y pensar.

Diana Thom

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