jueves, 25 abril 2024 - 14:49

2001. El MST, en el Argentinazo

Todo gran hecho social y político, como las jornadas del 19 y 20 diciembre de 2001, pone a prueba a las organizaciones revolucionarias. ¿Lo previeron? ¿Intervinieron? Ante el vacío de poder que se abrió, ¿qué plantearon para desarrollar la movilización y la conciencia en un sentido revolucionario? 

Desde hacía meses, la bronca social en nuestro país venía creciendo por varias vías: conflictos de sectores de laburantes por salario y contra despidos, los desocupados haciendo piquetes para exigir trabajo, cacerolazos en los barrios contra la carestía, las primeras fábricas recuperadas por sus trabajadores y los ahorristas golpeando las persianas de los bancos por el corralito que les bloqueó sus ahorros. 

Unos días antes del 19, el 13 de diciembre, hubo un paro general. Y el 14, la tapa de nuestro periódico partidario Alternativa Socialista, citando a la popular banda Bersuit Vergarabat, preveía la perspectiva en cuatro sencillas palabras: “Se viene el estallido”. ¡Y se vino nomás! 

“Desde tiempo atrás el MST venía analizando que se había abierto una situación revolucionaria. Una situación en la que se podían producir revoluciones. Este análisis se fue ajustando a medida que el gobierno de De la Rúa iba perdiendo legitimidad. Así, cuando López Murphy intenta implementar un superajustazo, se definió que se acercaba la crisis revolucionaria que estaba planteada la caída del gobierno. Luego, cuando fueron fracasando todos los ajustes de Cavallo, justamente por la respuesta del movimiento de masas, y se llegó al punto de la expropiación de los ahorros, salarios y jubilaciones, se plantea que la perspectiva de un salto en las luchas podría poner de nuevo a la orden del día la caída del gobierno…” 

Movilizar, sí o no 

El 19 a la mañana, en La Plata, se produjeron duros choques entre la cana y trabajadores estatales y docentes. En Buenos Aires y el conurbano se esperaban saqueos de supermercados. Junto al calor agobiante, la tensión también iba en aumento. Por la tarde, en cadena nacional, el presidente De la Rúa anuncia el estado de sitio. Así encendió la mecha. 

Desde el MST nos habíamos mantenido en alerta durante todo ese día, y apenas terminó de hablar De la Rúa lanzamos una movilización de repudio a su medida autoritaria. ¿Cómo, cómo? ¿El gobierno nacional nos cagaba de hambre y encima nos quería impedir protestar? Marchamos por todo el centro porteño. La gente nos aplaudía, nos saludaba desde las ventanas de las oficinas y se acercaba a ofrecernos agua. Luego, otras organizaciones de la izquierda troska se sumaron a movilizar. 

En cambio, la centroizquierda puso freno a fondo. Si ya el grueso de la burocracia sindical peronista había frenado toda movilización desde el paro del 13, la CTA, la FTV de D’Elía y los maoístas del PCR-CCC (hoy todos ellos integrados al gobierno de Alberto) llamaron a no marchar el 19. Con la vieja excusa política de “no hacerle el juego a la derecha”, desmovilizaron y aceptaron de hecho el estado de sitio. 

Con un trasfondo de furia popular creciente por la malaria económica y el intento de mordaza, el 20 tuvieron lugar en todo el centro porteño los enfrentamientos más duros. Decenas de jóvenes motoqueros fueron la caballería de la movilización popular, que fue algo menos masiva que la del 19 pero mucho más consciente y aguerrida. La represión policial causó cinco muertos, 227 heridos y más de 300 detenidos. Al día siguiente, De la Rúa huyó de la Casa Rosada en helicóptero: esa verdadera revolución popular que fue el Argentinazo había triunfado, poniendo fin al gobierno del ajuste, la entrega y la represión. 

¿Y quién gobierna? 

Además de llamar a movilizar, ante una crisis revolucionaria, un vacío del poder político, un partido revolucionario debe proponer una salida correcta, de clase. La caída de De la Rúa antes de vencer su mandato constitucional abrió un evidente vacío político. Al famoso cántico de Que se vayan todos, que no quede ni uno solo se le sumaba otro más explícito: Sin radicales, sin peronistas, vamo’ a vivir mejor… 

A la semana, el nuevo presidente provisorio Rodríguez Saá (que bajo presión popular declaró el no pago de la deuda) tuvo que renunciar tras el vacío que le hizo su propio PJ. Nuestro desafío era qué propuesta clara de gobierno hacer hacia el pueblo movilizado, con qué programa y cómo reorganizar el país sobre nuevas bases. 

“Lo principal era encontrar una propuesta de gobierno concreta para el pueblo trabajador y un programa alternativo para salir de la crisis… Al no existir nuevos y superiores organismos democráticos del movimiento de masas, y ante la traición de las direcciones sindicales, había que utilizar lo existente. Y la institución que estaba por decidir era la Asamblea Legislativa. Más allá de la ilegitimidad de ese engendro, presentaba la oportunidad de hacer una propuesta que fuera vista y entendida por millones. Frente a que el PJ era más de lo mismo que la UCR, nuestro planteo arrancaba de que gobernara un diputado de izquierda con un gabinete de trabajadores. Después lo precisamos más y planteamos la fórmula Zamora-Walsh (ambos diputados de izquierda) para gobernar. Mantuvimos la propuesta de plan económico alternativo y dimos mucha importancia a una consigna democrática: Asamblea Constituyente libre y soberana para que el pueblo decida todo… Nuestra propuesta logró instalarse y ganar simpatía entre un sector del pueblo. Tanto fue el efecto… que el día de la asunción de Duhalde una patota del PJ intentó atacar a una columna de la izquierda pero fueron contundentemente rechazados…” 

Los que no pasaron la prueba 

  • El PC, entonces aliado electoral nuestro en Izquierda Unida, criticaba nuestra consigna de Fuera el gobierno, se negó a levantar huelga general porque decía que “no estaban dadas las condiciones” y sólo propuso nuevas elecciones. 
  • El PO, entonces dirigido por Jorge Altamira, presentó un equivocado proyecto de ley en la Legislatura porteña planteando elecciones a una Constituyente libre y soberana (“con poder”, decían), pero antes de eso formar un frente popular: un gobierno provisorio, con representantes de todos los bloques legislativos, lo que significaba con una clara mayoría burguesa. 
  • El PTS, de poca presencia en las movilizaciones y asambleas aunque sí en fábricas recuperadas como Zanón y Brukman, se limitó a proponer huelga general activa y una Constituyente libre y soberana. Es decir, tuvo una política democratizante: sin romper los límites del régimen democrático-burgués y carente de toda salida de clase. 
  • En cambio, nuestra propuesta política combinaba una salida súper democrática para que el pueblo decida todo (la Constituyente soberana para reorganizar el país) con una salida de clase: el gobierno provisorio de ambos diputados nacionales de izquierda, oponiendo dicha fórmula a todos los postulantes capitalistas en danza. 

Gobierno de los trabajadores y asambleas 

Después del 19 y 20 de diciembre, a la lucha popular de piqueteros, trabajadores, ahorristas y fábricas recuperadas se le fue sumando otro carril más de organización y movilización: las asambleas barriales, que surgieron en todos los barrios y luego se centralizaron en la Asamblea Interbarrial de Parque Centenario, el centro geográfico porteño. 

La Interbarrial llegó a nuclear a más de 150 asambleas vecinales de la Capital y todo el conurbano bonaerense. También hubo asambleas en algunas capitales del interior. La Interbarrial funcionó durante varios meses, con delegados y delegadas revocables, comisiones temáticas. Allí decidíamos las acciones de lucha y elaboramos un programa completo de gobierno, que incluía medidas como No pagar la deuda externa, Nacionalizar la banca y el comercio exterior, Reestatizar los servicios privatizados y Asamblea Constituyente libre y soberana. 

Este fue el más notorio organismo de autoorganización democrática del movimiento de masas que surgió al calor del proceso revolucionario. Es que por el freno de las burocracias sindicales la clase trabajadora no intervino en él como tal, sino que lo hizo a título individual en las marchas y asambleas. Entonces, para responder a la cuestión del poder que siguió planteada, desde el MST levantamos la propuesta gobierno de los trabajadores y asambleas barriales. Así como frente a la Asamblea Legislativa contrapropusimos Walsh-Zamora, durante los meses siguientes levantamos esta otra formulación concreta de una salida de clase. 

Sirvan estas conclusiones políticas para cuando la situación de nuestro país, más temprano que tarde, reabra crisis revolucionarias similares a la de ese hito que fue el Argentinazo de 2001. 

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