lunes, 18 noviembre 2024 - 14:20

19 de diciembre de 2001. El día que estalló la Argentina

No fue un rayo a cielo abierto. El día que comenzó esa semi insurrección que conocemos como el Argentinazo del 19 y 20 de diciembre fue el inicio de “una revolución sin precedentes”, “del inicio de un cambio histórico”; como la describió en La revolución de las Cacerolas el dirigente del MST, Alejandro Bodart.

Confluyeron muchos factores que se conjugan para detonar el estallido. Un ajuste sin pausa -corralito mediante- sobre los trabajadores y la mayoría del pueblo para cumplir los acuerdos con el FMI, un desprestigio tremendo del gobierno y todo el régimen político, una espiral de luchas que tuvieron en el paro del 13 de diciembre y la ola de saqueos desatada unos pocos días atrás sus inmediatos precedentes, y la desesperación… La desesperación de millones que salieron a la calle dispuestos a resolver la crisis y nadie los pudo parar.

Muchos que vivimos aquella histórica jornada podemos recordarla como “el día en que todos salimos a la calle”. Y aunque “todos” pueda parecer un tanto exagerado para un matemático formal, esa era la sensación. Y no era para menos, el país se había incendiado. Los saqueos abarcaban a casi todos los municipios del Conurbano bonaerense y el grueso de las provincias del interior del país. Luego, a partir del decreto de Estado de sitio que lanzó De la Rúa para contener la situación -actuando como un bombero que le hecha nafta al fuego- la gente estalló en las calles. Gruesas columnas de vecinos desde los principales barrios de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano, se dirigieron y coparon la Plaza de Mayo, la Plaza de los dos Congresos, el Obelisco.

Ese diciembre de 2001 fue como una película en cámara rápida, esos momentos en que los acontecimientos históricos deciden abandonar su rutina habitual y toman una velocidad que sorprende a todos, también a aquellos pocos que lo venían intuyendo. Momentos en que se desacomodan todas las barreras de la vida cotidiana y se hace posible lo imposible, como acostumbran a hacer las grandes revoluciones populares.

NO ARCHIVAR / Uso autorizado Únicamente para la difusión de la muestra 19 y 20, a realizarse en diciembre de 2011 por ARGRA FOTO: GONZALO MARTINEZ/ FOTOTECA ARGRA

El final de un año a toda orquesta

Era el corolario de un año en picada para la economía argentina. Un país en recesión que cerraba, en comparación anual respecto al año anterior, con una caída del PBI per cápita del 10%, una baja de la inversión del 30%, una contracción en la actividad fabril del 11% y del 20% en la construcción. Con índices de desocupación récord del 18,6%, rebajas a estatales y jubilados del 13%, una deuda externa impagable en aumento que subió a 160.000 millones de dólares y un riesgo país que subió de los 2.000 a los 3.000 puntos, para terminar a fin de año en los 5.000. Estas son algunas de las cifras que explican el tremendo malhumor social y la bronca contra el gobierno De la Rúa y su ministro con superpoderes, Domingo Cavallo.

Ese malhumor se extendía contra toda la clase política dirigente. Las elecciones del 14 de octubre así lo reflejaron, en forma distorsionada como lo hacen los espejos de las elecciones del régimen democrático burgués. El gobierno de la Alianza había recibido un duro golpe perdiendo 5 millones de votos; el PJ salió ganador de la elección, pero también bajó, sacando un millón y medio de votos menos; la izquierda hizo su mejor elección en muchos años, creciendo en su representación parlamentaria. Pero los fenómenos más importantes fueron el histórico nivel del llamado voto bronca y la abstención, que fue del 25%, a lo que hay que sumarle los votos en blanco y anulados que reunieron otro 24%. En un país con el voto obligatorio, solo el 51% del padrón votó en forma afirmativa. Un verdadero adelanto de lo que después fuera uno de los principales gritos de guerra del Argentinazo: “que se vayan todos, que no que ni uno solo”.

La crisis escaló y a fines de noviembre una importante fuga de capitales llevó al gobierno a decretar el célebre “corralito” por el cual los ahorristas -en ese momento un peso valía un dólar- solo podían retirar 250 pesos de sus cuentas semanalmente. Esto sacudió enormemente al conjunto de la población trabajadora, en particular a las clases medias y a los enormes sectores de trabajadores informales.

Como si los golpes al país, el Blindaje y el Megacanje -como se llamaron las leoninas reestructuraciones de la deuda externa que De la Rúa pactó con el FMI- no bastaran, el 5 de diciembre este organismo internacional congeló sus préstamos al país, dado que constata el fracaso del gobierno en cumplir la política de “déficit cero” pactada con estos buitres imperialistas.

Este cuadro obligó a la burocracia de la CGT y a la CTA a lanzar el paro del 13 de diciembre, que se transformó en un verdadero parazo, un preámbulo del estallido. (1) El 14 empiezan los saqueos en Rosario y el 17 comienzan a extenderse: Entre Ríos, luego Mendoza, distintos puntos del interior y el Gran Buenos Aires. Van a ser cada vez mayores.

El estallido del 19 de diciembre

La madrugada empezó con saqueos generalizados en busca de comida. Por primera vez los saqueos llegan a la Capital.

El intendente del PJ de Moreno, Mariano West, encabeza una marcha de su municipio a Plaza de Mayo para presionar al gobierno de De la Rúa para que cambie el plan económico y de paso descomprimir su distrito que estaba, como muchos otros del Conurbano, en ebullición. La acción se frustra ya que la dirigencia del PJ advierte que los ánimos no acompañan la situación y no llega a la Plaza. En una posterior reunión de los intendentes con Duhalde y Ruckauf reconocen que la situación es incontrolable.

Es a partir de esta y otras movidas que De la Rúa y algunos historiadores miopes pintan este estallido como una conspiración del PJ. Confundir que algunos punteros peronistas estuvieran entremezclados entre miles y miles que salieron a saquear; o que los intendentes y alguna de las policías locales desbordadas no reprimieran con la saña que la burguesía hubiera esperado, es no comprender que lo que aconteció fue un gran estallido popular que rompió todas las costuras, como lo ratificaría la masiva salida a las calles posterior, cuando De la Rúa lanzó el Estado de sitio.

En horas del mediodía, el presidente se reúne en Cáritas con políticos y empresarios. Entre ellos estaban Monseñor Casaretto, Aníbal Ibarra, Moyano, Daer, Raúl Alfonsín, Duhalde, Bauza, Ángel de Rozas, Mendiguren, Olivera, Crotto, Cornide, Chodos, el jefe de Gabinete Colombo y el ministro del Interior Mestre. Reuteman no pudo llegar por que su avión no partió por inclemencias climáticas. Ninguna propuesta concreta. Primaba la parálisis y la crisis. De la Rúa fue silbado al entrar y al salir del lugar. Un obispo habría señalado que “la situación está muy mal. Pueden linchar a algún político”.

Esta reunión fue un último intento fallido de acordar, fundamentalmente con el PJ que hasta ahora venía sosteniendo al gobierno, una salida a la crisis. Como señalaba la editorial de La Nación sobre la búsqueda de una salida acordada, pese a que el titular del Senado- el peronista Ramón Puerta- no tenía intenciones de reemplazar a De la Rúa, “muchos de los sectores políticos cuyo consenso necesita el presidente para forjar acuerdos viables” reclamaban la renuncia de Cavallo. Los que dirigían el país estaban divididos.

El mismo diario relata así el clima de aquella jornada: “El país estallaba. Las protestas en los bancos contra el corralito, los saqueos en supermercados, los tumultos en casas de cambio, las largas filas en embajadas, el llanto desconsolado del supermercadista chino, la represión policial en Plaza de Mayo televisada en vivo y en directo…”

El gobierno decide pegar un salto adelante y toma dos medidas: la entrega de cajas de comida y el decreto del Estado de sitio. Fue el detonante para que la bomba terminara de estallar.

Así lo relataba Página 12: “Al final del día se produjo un fenómeno curioso. Desde la mañana los comerciantes habían bajado las persianas en todas las grandes ciudades de la Argentina, por miedo a oleadas de desharrapados saqueando masivamente los negocios. Pero justo después del discurso de De la Rúa la irritación se concentró en el presidente. Miles de personas salieron a la calle con cacerolas, sartenes, espumaderas y tapas, en un fenómeno que se verificó en Belgrano, Caballito, Palermo, Parque Chacabuco, Villa Crespo y Almagro”.

“Que boludos… al Estado de sitio se lo meten en el culo”, coreaban las columnas movilizadas. El compañero Carlos Miranda, en Crónicas del Argentinazo relata: “a las 21 horas, De la Rúa dio su penúltimo discurso por cadena nacional de radio y televisión. Esa fue la señal de largada: ‘Nos roban todo y encima nos amenazan con reprimirnos si reclamamos lo que es nuestro…’”. Continúa “Y entonces empezó la música de las cacerolas. Empezó desde los balcones de los altos edificios de la Capital y en las puertas de las casas de los barrios del Conurbano, se fueron juntando en las esquinas y de repente se pusieron en movimiento, empezaron a juntarse y marchar hacia la histórica Plaza, se iba por la cabeza del gobierno, una marea humana ocupaba todos los accesos: Diagonal Norte, Avenida de Mayo, Diagonal Sur. El movimiento se inició como si estuviera sincronizado. Durante horas la Plaza se llenó varias veces, otras decenas de miles se concentraron en Congreso y cientos de miles más se quedaron caceroleando en los barrios, muchos porque no pudieron llegar al centro, sobre todo del GBA”. Las barricadas policiales, donde las hubo, fueron desbordadas.

La acción del MST

Como se relata en la obra arriba citada:Durante toda la tarde el MST había estado en la Plaza. Luego hicimos una manifestación por las principales calles céntricas, convocando a la población a movilizarse para derrocar al Estado de sitio y al gobierno. Desde las ventanas y veredas saludaban el paso de nuestra columna”.

Desde todos los puntos del país nos llegaban informes y en especial de los compañeros que venían marchando a la Plaza con sus columnas desde muchos puntos de la Capital y el conurbano. A toda hora seguía llegando gente. Nuestros dirigentes se encontraban participando de esa enorme manifestación.

La actitud de nuestro partido fue muy distinta de la de otras corrientes de izquierda y centro izquierda, como la de la conducción de la CTA o de la CCC. Como se relata en la Correspondencia Internacional N° 17: “en el año de mayor conflictividad, sus dirigentes (de la CTA) fueron parte de la tregua junto a las CGTs para sostener a De la Rúa e impulsaron un nuevo engendro político: el Frenapo (…) La realidad los encontró armando las urnas de esa consulta (qué no sirvió de nada) cuando el pueblo ya empezaba a ganar las calles para echar al gobierno y hacer estallar el modelo al que ellos solo veían posible ‘ponerle límites’. Se negaron a convocar a Plaza de Mayo el día 19, para ‘no favorecer a la derecha’, mientras irrumpía la revolución de las cacerolas. Mientras su dirigente D’Elía colaboraba con la CCC en suspender la marcha piquetera”

A las 3 de la mañana se conoció la renuncia de Cavallo y la policía reprimió y desalojó la Plaza. Comenzaría la batalla por la Plaza que se desarrollará durante todo el día 20. Los diarios acusaban los primeros muertos. El 20 caerá De la Rúa y se produce un primer gran vacío de poder. El 19 fue, entonces, el primer día del Argentinazo.

  1. Ver https://periodismodeizquierda.com/paro-general-del-13-de-diciembre-de-2001-el-preambulo-del-argentinazo/ ).

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