viernes, 28 junio 2024 - 00:58

Manuel Belgrano. Un revolucionario de vanguardia

Intentar condensar la vida, pensamiento, obra y legado de un prócer tan inmenso como el que nos ocupa demandaría varios libros. Abogado, periodista, diplomático, economista, político, militar, libre pensador, pionero de la educación pública gratuita para varones y mujeres por igual, luchador incansable por la libertad de los pueblos de América. A 204 años de su paso a la inmortalidad recordamos algunos de sus hitos y los ponemos en relación con nuestra situación actual.

“No busco glorias, sino la unión de los americanos y la prosperidad de la patria”

Hijo de una familia adinerada, estudió en los mejores colegios de Buenos Aires y España. Pero en vez de relajarse y vivir una vida acomodada en Europa o en la city porteña, decidió darlo todo por la causa independista y la mejora de las condiciones de vida de “sus paisanos”, contra la incomprensión de muchos de sus contemporáneos y la enemistad de los poderosos y “partidarios de sí mismos”. Lejos de delimitar fronteras y ombliguismos, sabía que todos los pueblos de América colonizados por el imperialismo (español, francés o inglés) debían unirse para lograr su independencia y autonomía, anticipando las ideas de su gran amigo San Martín y de los héroes que lucharían por la misma causa en el futuro (desde Bolívar hasta el Ché), entendiendo que la revolución en estas tierras era parte de un proceso continental.

 “El maestro de escuela debe ser bien remunerado, por ser su tarea de las más importantes de las que se puedan ejercer”

Entendía muy bien que la educación era la única forma de engrandecer los países. Y para lograrlo, ésta debía ser fomentada y sostenida por el Estado, fundando escuelas allí donde se las necesitara. La educación debía ser gratuita y obligatoria, tanto para varones como mujeres y para todas las clases sociales, de manera tal que ni el más pobre quedara por fuera de la instrucción para elegir su propia vocación y así convertirse en un mejor ciudadano para beneficio de la patria.  En Tucumán ya había fundado una escuela destinada a enseñarles a leer y escribir a sus soldados, ya que entendía muy bien que era necesaria la instrucción y la disciplina para lograr victorias, se hizo cargo de la organización y conducción del Ejército del Norte para lograr la Revolución. Para las futuras escuelas redactó un Reglamento en el que se debía inspirar a los alumnos “amor al orden, moderación y dulzura en el trato, sentimientos de honor, amor a la verdad y a las Ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, despego del interés, deprecio de todo lo que se diga profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional, que les haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de americano que la de Extranjero”. La educación del pueblo fue tarea indispensable en su pensamiento y acción.

 “No exportemos cuero, exportemos zapatos”

Fue el primer promotor de la industria nacional, sabiendo que “los países civilizados no exportan materia prima sin antes transformarla localmente; de lo contrario estaría creando ocupación en el país comprador y desocupación en el proveedor”. Qué diferencia con nuestra época actual en que se generan mil beneficios para las importaciones y empresas extranjeras, y cientos de trabas para las pequeñas industrias locales. También ocuparon sus meditaciones la agricultura y ecología (introduciendo nuevos cultivos, mejoramiento de semillas, rotación de cultivos, prohibición de tala indiscriminada, plantación de frutales, métodos de riego, préstamos a agricultores y donación de tierras a labradores pobres a condición de ser cultivadas), la ganadería (estudiando las razas más adecuadas para estas tierras), el comercio (combate al monopolio, control de los comerciantes locales, compañías de seguros, mejora del comercio exterior, proyecto de  creación de una flota mercante local y construcción de canales para interconectar ríos) y todo sin nunca dejar de pensar en la situación económica y social de los campesinos y obreros. También fue el primero en denunciar las tierras ociosas y la forma de apropiación de los grandes terratenientes, proponiendo una reforma agraria para que los campesinos menos favorecidos accedan a la propiedad de la tierra que trabajan, y los grandes terratenientes se vean obligados a vender sus tierras no cultivadas. Así mismo, fue de los primeros en advertir sobre los peligros de la deuda externa que solo sirve para que se enriquezcan rápidamente los poderosos a expensas del sufrimiento eterno del pueblo. Hoy seguimos padeciendo lo mismo, con miles de departamentos ociosos en negocios inmobiliarios que podrían cubrir la crisis habitacional, miles de hectáreas de tierra sin actividad propiedad de unos pocos terratenientes, y una deuda externa ilegítima y usurera que impide el progreso del país y sus ciudadanos.

“El mejor medio de socorrer la mendicidad es y la miseria es prevenirlas y atenderlas en su origen, y nunca se puede prevenir si no se proporcionan los medios para que se busque su subsistencia”

Difícil encontrar una idea más alejado del asistencialismo del progresismo (peronista y extranjero), que lejos de buscar el remedio definitivo del sufrimiento de los pueblos, se limita a brindar migajas para garantizar la mera subsistencia del “ejército de reserva del proletariado”, el desempleo estructural permanente inherente al sistema capitalista que explicara Marx, para garantizar los salarios a la baja y la sobre explotación laboral. No cuestionar el sistema hasta el final, y no ir contra las razones estructurales de la pobreza, la miseria y el hambre, te hace caer en la reproducción misma de ese modelo. Más utópico de que todos pudiésemos acceder al trabajo genuino, es seguir viviendo en este estado de precarización en aumento.

“Renuncio a mi sueldo de la Primera Junta, porque mis principios así me lo exigen”

Mientras que Saavedra como presidente de la Primera Junta de Gobierno cobraba casi el triple que los secretarios y vocales, Belgrano renuncia a su sueldo. Como jefe del Regimiento de Patricios se bajó el sueldo a la mitad. El premio que le otorga el gobierno por sus victorias en Salta (equivalente a 80 kilos de oro) lo dona desinteresadamente para fundar 4 escuelas en el norte argentino (para las que hasta había redactado un Reglamento). Y en el Ejército del Norte, mientras mantenía a raya al invasor imperialista, no solo compartía las raciones de la tropa, sino que muchas veces cubrió salarios de los soldados de su propio bolsillo “para salvar la causa” de la independencia.

Mientras jueces y senadores se duplican los sueldos en medio de la crisis económica y social, y el gobierno de Buenos Aires llora hipócritamente la falta de pago de la coparticipación nacional, mientras no se hace cargo por sus propios medios de continuar la obra pública o cubrir el salario docente, que bien podría capear con un impuesto progresivo a los más ricos, en vez de continuar dándoles beneficios impositivos.

“Lo que considere justo, lo he de hacer, sin consideraciones ni respetos a nadie.” “El miedo solo sirve para perderlo todo”

En 1812, mientras se enfrentaba a los realistas en las orillas del Paraná, mandó hacer la bandera que hoy nos representa, he informó al gobierno central de Buenos Aires, el cuál temeroso de las repercusiones en España y ladinamente pensando aún en congraciarse con el rey, le ordenó esconderla. Belgrano hizo de cuenta que nunca recibió este mensaje y continuó enarbolando la insignia celeste y blanca para acaudillar a sus tropas, con las cuales vería derrotas, pero también impresionantes victorias. Ya años antes, durante las invasiones inglesas en las que participó gallardamente, fue el único funcionario que se negó a prestar juramento al rey inglés y prefirió el viajar a Uruguay a unirse a Liniers que preparaba la reconquista. Muestras de este valor lo tuvo muchas veces, como cuando en vísperas del 25 de mayo juró por su honor tirar por la ventana al virrey si éste no renunciaba y llamaba a Cabildo Abierto.

 “Me glorío de no haber engañado jamás a ningún hombre y haber procedido constantemente por el sendero de la razón y la justicia, a pesar de haber conocido la ingratitud”

¡Y vaya si la conoció! Una de sus hazañas más grandes, el éxodo jujeño (una estrategia de tierra arrasada para que el enemigo no tuviera dónde abastecerse), debió realizarla porque las oligarquías locales y la cúpula de la iglesia estaban en entendimiento con el enemigo y el gobierno de Bs. As. (dominado por el cipayo de Rivadavia) abandonaba a las provincias del norte a su suerte ante el avance realista (“Federalismo mentira, desde que tengo memoria” canta León Gieco). El premio por sus victorias en Salta que donó para construir 4 escuelas, le fue robado por el propio gobierno y debieron esperar más de 150 años a ser construidas. Desidia de este tipo conocemos de sobra los docentes y médicos actuales.

Belgrano muere enfermo, entre terribles dolores, olvidado y abandonado por la prensa y el gobierno, sin nada más que lo puesto. Todo lo había dado para la causa independista y el bienestar de sus paisanos, sobre todo desde la enseñanza escolar, en todos los niveles), para que el pobre proletariado lleve con orgullo sus miserias. Pero hay que saber que Belgrano, que siempre trabajó para el beneficio de la sociedad tal cual era en ese entonces con las clases sociales que allí existían, y en especial los más desfavorecidos. Nunca dejó de denunciar a los poderosos y sus crímenes, y de reclamar lo que por justicia le correspondía a él y al pueblo, del que siempre se sintió hermano: “No hay objeto más digno de la atención del hombre que la felicidad de sus semejantes”. Si eso no se parece a un socialista…

Leandro S. Kelm

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